¿Llevan las enfermedades mentales asociadas la violencia?
El 24 de marzo de 2015, el vuelo 9525 de Germanwings se estrelló en los Alpes franceses, matando a los 144 pasajeros y seis miembros de la tripulación que iban a bordo. En los días subsiguientes, los investigadores comenzaron a sospechar que el copiloto Andreas Lubitz había estrellado deliberadamente el avión. Y cuando se conoció que Lubitz tenía un historial de depresión algunos cuestionaron si pilotos con condiciones mentales similares deberían tener permitido volar.
«Time to Change» («Hora de Cambiar»), una campaña de las ONG Mind y Rethink Mental Illness que busca acabar con la discriminación contra las personas que sufren de enfermedades mentales, emitió un comunicado conjunto pidiéndole al público que evitaran asumir que todas las personas con depresión harían lo mismo que Lubitz.
Las estadísticas de la campaña sugieren que tal asunción podría ser prevalente: dicen que más de un tercio de la población cree que las personas con problemas mentales tienen mayores probabilidades de ser violentas.
Pero los números asociados con violencia criminal cuentan otra historia. Un estudio revela que sólo 1% de las víctimas de crímenes violentos creían que el incidente se debió a que el atacante padecía de una enfermedad mental.
En Reino Unido, entre el 50% y el 70% de los casos de homicidio que ocurren anualmente involucran a personas que sufrían de un problema mental en el momento de cometer el crimen, pero estas sólo representan una minoría pequeñísima de los siete millones de personas que se estima tienen una enfermedad mental significativa en un momento determinado.